Animals de teràpia

 

Les mascotes no són animals de teràpia malgrat la seva beneficiosa capacitat d'esdevenir terapèutics per als seus amos. Els animals de teràpia han estat educats i preparats per treballar com terapeutes, amb qui en té cura i són feliços amb la seva labor.

Per el vostre interès i coneixement publiquem la INTRODUCCIÓN del treball, Terapia asistida por animales: aplicaciones y beneficiosfinal de màster (ANY 2021)  desenvolupat per la Dra. Ariadna de Luna i Pla, on s'explica la importància i les possibilitats de futur d'una teràpia complementària que cada vegada desperta més interès per la seva eficàcia i evidència clínica.

 

Aquells que tingueu interès en conèixer el treball complert, podeu demanar-lo a l'adreça e-mail de contacte:

 o des del vostre correu a aary.65@gmail.com , explicant el motiu del vostre interès.


Terapia asistida por animales: aplicaciones y beneficio


 

“La conexión humano-animal es única, excepcionalmente privada e inequívoca, incognoscible en las relaciones humanas, porque, en su nivel más profundo, es esencialmente sin palabras"  

 

                                               - Joel R. Gavriele-Gold, 2011

1. Introducción

Las terapias asistidas con animales (TAA) son terapias alternativas o complementarias en las que hay una interacción animal-humano, siendo las más frecuentes con perros o caballos (aunque el abanico de posibilidades es cada vez mayor). En el enfoque terapéutico de las TAA el animal es una parte integral del proceso terapéutico, siendo esencial la triple relación recíproca paciente-anima-terapeuta. La terapia asistida con animales debe ser realizada con animales y profesionales especialmente entrenados, en entornos seguros y terapéuticos, y por sus características puede ser muy beneficiosa en el campo de la psiquiatría. Para ser considerada terapia, debe tener una planificación y una meta terapéutica establecida (Cirulli F, 2011, Villafaina-Domínguez B et al. 2020). Por ello, muchas veces al propio animal se le nombra “co-terapeuta” o “facilitador de terapia” (Zilcha-Maws, 2011).

Existen muchos datos en la literatura que muestran que la TAA puede ser de ayuda des del punto de vista tanto preventivo como intervencionista para la rehabilitación de la persona con problemas mentales. Su uso va desde casos de depresión, ansiedad, adicción, esquizofrenia y trastorno del espectro autista hasta muchas otras disciplinas totalmente dispares como rehabilitación o uso en geriátricos. Y no sólo eso, sino también en casos de abuso sexual, sobre todo en niños (Bánszky N, 2012). Se ha visto también que puede desempeñar un papel importante para la reinserción y sociabilización de adolescentes y adultos inadaptados y en riesgo de exclusión social (Bánszky N, 2012). La literatura define la presencia de un animal (sobre todo los perros) como “rompehielos” y “catalizadores de comunicación”, promoviendo un sentimiento de integración social (Cirulli et al 2011, Gee NR et al. 2021) y de ese modo aportar un beneficio terapéutico en el enfoque terapéutico bio-psico-social.

 

Se ha descrito en múltiples estudios que la TAA brinda beneficios en muchos ámbitos sobre todo des del punto de vista emocional, siendo, en líneas generales, efectiva para mejorar las habilidades sociales y de comunicación, aliviar la ansiedad, mejorar el estado de ánimo, potenciar la vida independiente y mejorar las habilidades empáticas.

 

1.1. Historia y orígenes

   “A pet is an island of sanity in what appears to be an insane world

                                                                                                                      - B. Levinson, 1962

 

 Se cree que la interacción y vínculo entre el hombre y el animal remonta en la Prehistoria, y hay escritos donde puede leerse que incluso en la Antigua Grecia aparecía la imagen de un animal como uso terapéutico. Se sabe que la primera especie que realizó la transición de salvaje a doméstico fue el Canis Lupus (Cirulli F, Borji M, 2011), estableciéndose una simbiosis con el humano de mutuo beneficio. Esas interacciones iniciales tenían el objetivo común de adquirir comida y darse protección evitando depredadores. (Gee NR et al. 2021). Existen datos que, en el siglo XIX, en 1863, durante la Guerra Civil Americana, ya se utilizaban perros como terapia. Los historiadores han descrito que en la mayoría de los regimientos había animales conviviendo con ellos, ya fueran perros, gatos o aves, tanto en el campamento como en las batallas. La documentación oficial es escasa, pero muchas cartas enviadas por los soldados hacen mención de la existencia de estos animales (aún no se conocía la palabra “mascota”), explicando la ayuda que les proporcionaban a nivel afectivo, el apoyo moral que les ofrecían o como aliados en las batallas. Todos los estudios están de acuerdo en que la presencia de estos animales, protegió la salud mental de muchos soldados y oficiales.

 En estos tiempos de batalla se conoció la historia de perros como Harvey o Sallie, quienes se consideraron como soldados más al ser adoptados por las tropas y hacer el papel tanto de ayuda física en las batallas como de soporte emocional y apoyo moral (McKenzie, 2017).

 A pesar de que la relación entre humanos y perros se iniciara como un vínculo de “beneficio mutuo” para dar protección-tener alimento, esta relación ha prosperado en el transcurso de milenios hasta establecerse una relación de carácter emocional, dando lugar a una relación de compañía, comunicación y apoyo (Hartfiel C et al, 2015).

Se ha intentado comprender los mecanismos del comportamiento de estos perros. Hay estudios que remarcan el comportamiento pro-social de los perros con los humanos, afirmando que los perros son los únicos animales con capacidad de desarrollar un apego fuerte y duradero en relación con los humanos (Juliane Kaminski et.al ,2014); son capaces captar las señales del comportamiento humano y traducirlas en acciones. Estas señales pueden ser emocionales, entender el odio hacia el enemigo y comportándose de acuerdo con esta emoción. Esta capacidad se desarrolla siendo cachorros. El mismo estudio también encontró que los perros tienen capacidad para imitar el comportamiento de seres superiores o considerados dominantes y pueden centrar su atención en las caras de sus dueños actuando en consecuencia. Estos mecanismos explicarían el comportamiento de los animales criados en los campamentos, mostrando apego a su nuevo hogar, reconociendo el rostro de cada hombre del Regimiento, actuando en consecuencia (la lealtad con la manada) y participando en todas sus acciones entendiéndolas como propias. A la vez se establece también un sentimiento de “protección de tribu”.

Se establece una interacción y relación humano-perro bidireccional: el soldado encuentra en la mascota lealtad y compensación emocional, aspectos carentes en tiempos de guerra. Ha estado demostrado que muchos soldados preservaron su salud mental, su moral y su resistencia psicofísica gracias a la presencia de las mascotas. (McKenzie, 2017).

No obstante, no fue hasta 1964 que empezó a hablarse de “terapia con mascotas” a través del conocido psiquiatra infantil Boris M Levinson. Él fue quien empezó a observar efectos positivos mientras usaba su perro Jingles en las sesiones con niños que presentaban retracción social. Observó que su perro funcionaba como una especie de “rompehielos” favoreciendo la comunicación de los pacientes. Gracias a su perro, Levinson pudo empezar una relación terapéutica eficaz con su paciente (Gee NR et al. 2021, Cirulli F, 2011, Hartfiel C et al, 2015).  Existen datos en la bibliografía popular donde consta que incluso el conocido Sigmund Freud realizaba parte de sus terapias juntamente con su perro.

 

En la década de 1970, otros investigadores como Samuel Corson y Elizabeth O'Leary Corson siguieron con la investigación de la terapia con perros, descubriendo que pacientes diagnosticados de algún problema psiquiátrico mostraban cierto interés en los perros y esa interacción facilitaba una mejor comunicación entre sí y con los terapeutas sobre todo cuando había la presencia del animal (Gee NR et al. 2021)

 

1.2. DEFINICIÓN Y TIPOS DE INTERVENCIÓN ASISTIDAS POR ANIMALES

 

Existen diferencias conceptuales a tener en cuenta para entender nuestro estudio en lo que se refiere a las Intervenciones Asistidas con Animales (IAA) y las Terapias Asistidas con Animales (TAA). En general, las Intervenciones Asistidas con Animales son actividades estructuradas donde se involucran animales empleados en entornos educativos o de salud y con un objetivo concreto, que suele ser el de lograr ciertos beneficios o mejoras terapéuticas en salud. Dentro del paradigma de las IAA encontraríamos: las Terapias Asistidas con Animales (TAA), las Actividades Asistidas con Animales (AAA) y la Educación Asistida con Animales (EAA).

En cualquiera de estos casos es imprescindible que los profesionales que trabajen con los animales tengan formación tanto en manejo del animal (des de adiestramiento hasta estado emocional del animal) como en las patologías de los usuarios con los que se está trabajando. A la vez, se debe asegurar un entorno terapéutico para su realización.

a) Terapia Asistida con Animales (TAA)

Son programas intervencionistas realizados con animales entrenados y profesionales cualificados. Tienen una duración concreta y su meta está estructurada, planeada, orientada y dirigida a la obtención de unos objetivos concretos. Suele centrarse en la búsqueda de una mejora física, emocional, cognitiva o relacional. Deben ser evaluadas como cualquier otro tipo de terapia.

b) Actividades Asistidas con Animales (AAA)

Son programas con animales con actividades recreativas, motivadoras y educativas, donde no siempre se requiere que el animal sea entrenado para tal fin ni tampoco que sea dirigido por un equipo educativo o de salud. No se suelen poner objetivos concretos y las interacciones con los animales suele ser más espontánea. No son consideradas terapias como tales, pero tienen un considerable valor terapéutico.

c) Educación Asistida con Animales (EAA) 

Son terapias parecidas a las TAA, pero en el ámbito educativo, de modo que deben ser dirigidas por un profesional cualificado en educación para tal fin. El foco suele estar dirigido a conseguir metas académicas, conocimientos sociales y funciones cognitivas.

 

1.2.1. INTERVENCIONES ASISTIDAS CON PERROS

Los perros tienen una gran capacidad de desarrollar un sistema de comunicación con los humanos, hecho que ha quedado patente des de su domesticación, y eso les ha hecho que sean particularmente adecuados para ser usados como terapia con humanos. Suelen ser previsibles (importante entender su lenguaje), amables, y hacen que las interacciones sociales y la comunicación sean fáciles. Son altamente interactivos, espontáneos, y con una actitud pro social muy favorable. Se ha visto una tendencia general a que la interacción con perros puede mejorar comportamientos evitativos y estados apáticos, mejorando además los índices de estrés en determinadas poblaciones (Cirulli et al 2011). En niños se ha visto también que pueden ser de gran soporte. Se ha conceptualizado y relacionado con la teoría del apego, con psicología ambiental o psicología infantil y con la afirmación generalizada de que la interacción animal-niño es beneficiosa para el desarrollo emocional, social y cognitivo del niño. Muchos estudios relacionan que crecer con un perro tiene un efecto beneficioso en la autoestima y la confianza del niño y que tener una mascota puede mejorar la empatía y el sentido de responsabilidad, así como el estatus social (Gee NR et al. 2021, Cirulli et al. 2011). Se cree que los animales, particularmente los perros, pueden tener cierto componente calmante hacia los niños y dar cierto sentido de “seguridad”. Los estudios muestran que los niños están menos ansiosos cuando interactúan con perros de terapia y eso facilita, asimismo, una mayor disposición a interactuar con otros adultos, como podría ser un terapeuta (Gee NR et al. 2021). Se ha visto un aumento de la capacidad de respuesta, mayor alerta y mayor voluntad de comunicación cuando hay un perro de terapia en el aula o en entornos terapéuticos. Interesantemente se vio que en niños que previamente habían sufrido abuso físico y/o psicológico y se habían separado de sus familias, la terapia se veía reforzada positivamente si había la presencia de un perro (Cirulli et al 2011).

Algunos autores sugieren que niños con Trastorno del Espectro Autista, que suelen tener déficits comunicativos y de relación, muestran un interés natural hacia los animales, sobre todo los perros. Algunos estudios refieren que la AAT puede ser especialmente adecuada para personas con TEA porque los animales se comunican de manera no verbal, lo que puede ser una forma de interacción menos estresante para ellos en comparación con una conversación establecida con un terapeuta que involucra aspectos metacognitivos e introspectivos (Verheggen et al. 2017). Interesantemente se vio también que, en niños con TEA, la AAT podría mejorar niveles más básicos de comunicación social como mirar a los ojos, conversaciones o habla. Se consideró que estas mejoras en habilidades de comunicación social fueron gracias a la capacidad única de los animales para servir como apoyo o actuar como catalizador social para comunicarse con su entorno terapéutico. (Wijker C, June 2020; Gabriels et al 2015).

 

En general la evidencia sugiere que interactuar con mascotas o poseer una mascota, así como programas como IAA tienen un gran potencial para contrarrestar problemas de comportamiento infantil y para ayudar a la integración social, aunque se requieren más estudios e investigaciones a largo plazo.

1.2.2. INTERVENCIONES ASISTIDAS CON CABALLOS (EQUINOTERAPIA E HIPOTERAPIA)

 

Se ha visto que la terapia de equitación, sea por la posición de dominación del caballo o por los movimientos rítmicos que hay que realizar, es una de las principales herramientas terapéuticas para aquellas personas con trastornos neuro-musculares. Como veremos en la revisión de artículos en el apartado de discusión, la hipoterapia se usa básicamente en patologías como espasticidades neuromusculares u otros tipos de discapacidades. Probablemente sus movimientos pueden ayudar a la mejoría clínica física, pues algunos estudios con caballos robóticos han mostrado mejorías físicas del paciente. Hay que tener en cuenta, además, que montar a caballo implica estar en el campo, y muchas veces eso puede ser terapéutico ya per sé. Las características inherentes del propio caballo, como puede ser la fuerza, el gran tamaño, la calidez o calor de su cuerpo que produce un efecto relajante en la musculatura de quien lo monta o su lenguaje corporal pueden ser ya terapéuticos para trabajar con determinados grupos poblacionales (Gatti F et all, 2020). En este punto es interesante diferenciar el concepto equinoterapia e hipoterapia. A menudo se usa indiscriminadamente (incluso en muchos estudios) para mencionar “terapia con caballos”, pero es interesante remarcar el matiz distintivo. Mientras que la equinoterapia o conocida “monta terapéutica” se utiliza prácticamente para soporte emocional, psicológico e incluso físico (mejoría postural, etc.), la hipoterapia se refiere al tratamiento de patologías neuromusculares a través del caballo. En la hipoterapia normalmente se necesita un terapeuta que ayude al paciente ya que muchas veces no se puede valer por sí mismo (p.ej. En parálisis espásticas).

 

Aunque se conozca más con el perro, los caballos también tienen comportamiento cooperativo y de manada, y eso mismo es lo que trata de usarse como herramienta psicoterapéutica. En el mismo artículo de Gatti F (2020), aparece una explicación que particularmente me pareció muy representativa en cuanto del caballo se refiere. Él expone que el caballo puede ser presentado a la persona como una metáfora: 1. entender el comportamiento del caballo; 2. hablar sobre los accesorios o herramientas que se usa para su monta y su cuidado; 3. permitir que la persona lo relacione con las lecciones de la vida aprendidas: cooperación; y 4. cómo hacerles frente: superación y logro. ¿De qué huye el caballo? ¿Qué significa el cabestro para el caballo y qué significa el cabestro para ti? Los caballos aprenden a responder a un estímulo de lo que le rodea a través de aprendizaje asociativo (otros caballos, entorno, depredadores), ellos entienden que un mismo estímulo provoca una misma respuesta, y esta es la interacción que debemos tener en cuenta entre caballo y humano y el entorno terapéutico donde se lleva a cabo la AAT. La respuesta del caballo es previsible y eso hace que se establezca una comunicación entre persona-caballo congruente y relativamente sencilla. De modo similar a lo que pasa con la interacción humano-perro, los caballos como buenos animales de presa son particularmente buenos en juzgar situaciones, pero carecen del prejuicio que tienen los humanos, percibiéndose, en un entorno terapéutico, como animales no críticos, libres de prejuicios y que facilitan la comunicación. De modo parecido al perro, sus respuestas motivacionales y sin prejuicios, y la propia congruencia del caballo facilitan el buen desarrollo de la autoestima y la confianza en uno mismo. Trabajando en ese sentido, puede ayudar a restaurar la confianza y el apego seguro en uno mismo (Gatti F, 2020). El caballo también reacciona al entorno y al estado emocional y físico de la persona que tiene delante, de modo que su respuesta va a depender de eso. Una actitud de la persona sin enfoque, poco clara, agresiva va a crear resistencia en la respuesta del caballo. Como podremos ver más adelante en la interpretación de resultados de los estudios analizados, también son utilizados en terapias con personas con trastornos psiquiátricos graves y también en ancianos con demencia o en niños, aunque la literatura considera que en esos casos puede ser más adecuado usar un burro.

 

1.2.3. OTRAS INTERVENCIONES ASISTIDAS CON ANIMALES

 

A parte de las dos principales intervenciones mencionadas en los puntos anteriores, se están abriendo paso otras muchas más:

- Delfinoterapia: Como su nombre indica, es la terapia con delfines. Se cree que su conducta y sus sonidos equilibran la homeostasis de nuestro ser.

- Perros de servicio: Son aquellos perros entrenados para ayudar a personas con patologías varias. Son capaces de detectar hipoglicemias, crisis epilépticas e incluso se han adiestrado para acompañar a personas con mayores discapacidades como distrofia muscular, parálisis cerebrales y otras condiciones específicas.

- Actividades Asistidas con Animales de Compañía (AAAC): son actividades realizadas de forma espontánea y no necesariamente con un objetivo concreto, únicamente se busca la mejora del individuo.

 

- Terapia con mascotas robóticas: terapia sustituta a la típica terapia con animales, utilizándose en casos especiales donde no se pueda recurrir a la presencia de un animal ya sea por alergias, fobias, etc.

 

1.3. CEREBRO SOCIAL, APEGO Y MODELO PSICO-BIO-SOCIAL: ¿POR QUÉ NOS RELACIONAMOS CON LOS ANIMALES?

1.3.1. CEREBRO SOCIAL Y APEGO

¿Por qué estamos hablando de relación humano-animal? ¿Cuáles son los fundamentos de los que partimos para hablar de que un animal puede ser una terapia para un humano?

Recordemos la afirmación de que los perros son los únicos animales con capacidad de desarrollar un apego fuerte y duradero en relación con los humanos (Juliane Kaminski, 2014). ¿Qué es el apego? Para entenderlo debemos remontarnos a la Teoría del Apego creada por el doctor John Bowlby durante los años 1969-1980. ¿Por qué una mascota puede cumplir las funciones de apego y comparten apego con el ser humano?

Bowlby explica el apego como un proceso imprescindible y necesario que funciona como base  para todas las relaciones afectivas de la vida. Resumiendo, un poco la Teoría del Apego, ésta se basa en las interacciones sociales que tenemos con otras personas que son significativas para nosotros en momentos fundamentales de nuestra vida. Cuando éstas suceden, se internalizan en forma de representaciones mentales conscientes e inconscientes en nuestro yo, y esto nos influye en las estrategias futuras de relación interpersonal, regulación de emociones y comportamientos con las relaciones más cercanas y de nuestro alrededor que vamos teniendo al largo de nuestra vida. Cuando estas figuras (que consideramos de apego) tienen interacciones positivas con nosotros, están disponibles para nosotros y nos dan apoyo en momentos en que las necesitamos, nos facilita la interiorización de un sentimiento de seguridad de apego, y eso acaba por fomentar un desarrollo positivo y optimista. Eso contribuye positivamente a la autoestima, estrategias adaptativas de regulación emocional positivas, contacto psicosocial correcto y buena salud mental (Zilcha-Mano, 2011, Mikulincer & Shaver, 2007). Si las figuras de apego no están disponibles o nos rechazan en un momento de necesidad, se resiente la seguridad, se forman modelos negativos de todo lo mencionado anteriormente y de aquí aumenta la probabilidad de sufrir problemas emocionales y relacionales.

 

 

Cuando estamos ante un adulto podemos intuir, según sus rasgos y sus patrones, el estilo de apego aprendido.  Podemos intuir, por ejemplo, un apego ansioso o un apego evitativo, o por el contrario, un apego seguro (Zilcha-Mano, 2011). Para que exista un apego seguro debe existir una relación con la madre o cuidador principal que sea constante, receptiva a señales por parte del niño, para así crear en un futuro vínculos duraderos y sanos (Moneta, 2014).  Interesantemente, la investigación ha demostrado que el estilo de apego puede cambiar según el contexto y las experiencias recientes, ya sea de forma sutil y con matices o de forma drástica y abrupta (Mikulincer & Shaver, 2001, Zilcha-Mano, 2011). Bowlby expone esa relación sobre todo entre recién nacido y madre/cuidador, pero podríamos pensar y extrapolar en cómo se explicaría el apego entre miembros de distinta especie.

La teoría del apego nos proporciona y facilita una imagen útil para entender y comprender el vínculo humano-mascota. El psicólogo B.Levinson, de quien hablaremos a posteriori, ya afirmó que “una mascota es un objeto natural de apego mucho más apropiado que objetos inanimados, abstractos o simbólicos”. Tal es la relación que existe que, según se ha publicado en algunos estudios, los perros son sensibles a nuestros gestos, nuestras emociones e incluso pueden percibir señales más complejas que les permiten relacionarnos con nosotros como es el juego de miradas. Y no sólo eso, sino que de la misma forma que pasaría con una madre-cuidador y un niño, los perros son capaces de establecer un vínculo de apego con su humano cuidador (Gee NR et al. 2021). En la literatura encontramos que los vínculos entre humanos y mascotas cumplen cuatro requisitos previos para poder hablar de vínculo de apego, motivo por el cual podemos entender a la mascota como un símbolo e imagen de apego. Los cuatro requisitos son: búsqueda de proximidad, refugio seguro, base segura y ansiedad por separación (Ainsworth, 1991; Hazan y Zeifman, 1994; Zilcha-Mano, 2011). Cuando se pregunta a los dueños de mascotas por sus mascotas, suelen emerger sentimientos positivos referente a apego: se sienten emocionalmente cercanos a ellas y disfrutan de su compañía, sienten que su mascota les proporciona seguridad y refugio, confianza y base de apoyo para poder explorar el mundo con más confianza, son una fuente de apoyo y les proporcionan consuelo, tranquilidad y alivio en momentos en que lo necesitan (Zilcha-Mano, 2011). Curiosamente, como veremos más adelante, todas estas cualidades son las herramientas terapéuticas de los animales de terapia como perros que proporcionan beneficios a quienes desean trabajar con ellas. A su vez, la pérdida de una mascota proporciona los mismos sentimientos que un duelo, poniendo de manifiesto el apego que existe entre dueño-mascota: aparece tristeza, angustia y sentimiento de vacío (Gerwolls y Labott, 1995; Hunt, Al-Awadi, y Johnson, 2008; Kwong y Bartholomew, 2011; Wrobel y Dye, 2003, Zilcha-Mano, 2011). Entendiendo este vínculo, podemos entender el por qué existe apego con una mascota y el por qué se cree que un animal de terapia puede generar un vínculo parecido que, aunque no sea tan intenso, puede ser igualmente terapéutico.

 

Se ha visto, por ejemplo, que una persona con un apego evitativo tiende a actuar distanciándose con las personas, niegan la necesidad de contacto, se guardan los sentimientos para sí mismos y aclaman la autosuficiencia en su máxima potencia como bandera. Un perro puede ser capaz de modificar estas emociones y hacer que este tipo de personas puedan acercarse ya que saben que van a recibir respuestas positivas por parte del animal, rompiendo moldes creando así nuevas emociones. Por el contrario, una persona con apego ansioso que tiende a adquirir estrategias hiperactivas, son demandantes, y con la relación con la mascota se sienten seguras porque sienten que la relación está bajo su control. En estas ocasiones el perro puede ser de ayuda y le permite encontrar un equilibrio entre apego y autoexploración seguras (Zilcha-Mano, 2011).

 

A pesar de eso, hay que tener en cuenta que esa es la respuesta ideal ante este tipo de relación humana-animal, pero como en todo, podemos encontrar personas lo suficientemente rígidas como para crear un vínculo de apego inseguro con la mascota. Por ello con estas personas se puede intentar trabajar con la terapia asistida por el animal, ya que estos vínculos se establecen de forma distinta y se permite trabajar des de otro ámbito un poco distinto. Cuando se decide hacer una terapia con animales, el “paciente” pasa a observar cómo el terapeuta interacciona con la mascota y cómo esta mascota responde, creando así el ambiente terapéutico útil para que el “paciente” entienda los distintos escenarios y aprenda trabajar en ellos. En ese sentido, la terapia con animales puede ser capaz de romper el “círculo vicioso” en el que se encuentra el paciente y crear un apego seguro rompiendo los patrones rígidos y las barreras psicológicas con las que se ha ido formando el paciente (Zilcha-Mano, 2011). Y tal y como iremos viendo al largo del trabajo, son esas interacciones no verbales entre humano y animal las que permiten dejar fluir esos sentimientos que un paciente no es capaz de verbalizar.

 

 1.3.2. MODELO BIO-PSICO-SOCIAL: INTERACCIONES HUMANO-ANIMAL

Antes de empezar a conectar las relaciones humano-animal con el modelo biopsicosocial, vamos a dar unas pinceladas respecto al concepto “Biofilia” que adquiere especial relevancia uniendo lo explicado anteriormente con esta relación. En líneas generales se refiere a la propensión genética que tenemos los seres humanos en buscar conexiones con la naturaleza y con organismos vivos, afirmando que los seres humanos tienen “la necesidad de afiliarse a otras formas de vida” (Villafaina-D B et al 2020, Kline et al 2019). Debemos remontar ese sentido de conexión con el ambiente y lo que nos rodea a la evolución natural de supervivencia, recordando además la relación ancestral y recíproca entre humano y perro que hemos explicado anteriormente.

 

Además, la hipótesis de la biofilia establece que el contacto visual humano, su mirada y la atención a los animales provoca un efecto calmante sobre el sistema nervioso autónomo de las personas, manifestándose como una activación del sistema nervioso parasimpático presentando una frecuencia cardíaca más baja, baja presión arterial y vasodilatación, parecidas a las señales de calma. (Kline et al 2019). Recordemos que unas líneas más arriba hemos hecho mención de la relación humano-perro con juego de miradas.

Para situarnos en cómo los perros interaccionan con nosotros, debemos entender el modelo psico-bio-social. Nuestra salud y bienestar están íntimamente relacionados con nuestra biología -bio-, nuestra salud mental y emocional –psico- y nuestro entorno –social-, y cualquier elemento que entre en juego con este triángulo puede ser partícipe de influenciarnos. Cualquier elemento que ejerza en nosotros un cambio en alguno de estos puntos puede provocar un cambio en nosotros y por tanto proporcionarnos un beneficio o, al contrario, ser consecuencia de influencias negativas. Por ejemplo, un cambio en nuestra presión arterial, en nuestra frecuencia cardíaca o en nuestro cortisol (como veremos qué pasa con la relación perro-humano) puede afectar nuestro entorno biológico y repercutir en nosotros. Lo mismo pasaría si interaccionan con nuestras emociones o estado de ánimo (psico) o nuestras relaciones socio-culturales (social), funcionando como un sistema dinámico con influencias recíprocas.

La relación humano-perro es igualmente recíproca: la salud psicológica, social y biológica puede influir en la relación humano-animal, pero a la vez el cómo ese animal interactúa y se relaciona con nosotros puede influir en cada aspecto biológico, psicológico y social propio de cada uno de nosotros. En este último punto es donde trabajaría la terapia con animales conocida como tal. Teniendo en cuenta que un animal puede influir en como percibimos el estrés, modificarlo y reducirlo en muchas ocasiones, y que ese mismo estrés puede e influye en nuestro comportamiento bio-psico-social, se establece un mecanismo de feed back interesante.

Existe una relación intrínseca entre aspectos biológicos y psicológicos de la persona, a menudo uno se ve repercutido por el otro. Pensemos en cómo la interacción con un animal altera nuestras emociones: nuestra ansiedad, nuestro estrés y nuestra calma.  Pensemos ahora cómo reacciona nuestro cuerpo ante esas emociones: cómo nos modifica la tensión arterial y qué hace la frecuencia cardíaca. Varios estudios han demostrado la modificación de la presión arterial, la frecuencia cardíaca y el cortisol salival con la interacción con un perro, siendo estos puntos muy interesantes en la investigación de las TAA. Recordando que el cortisol es una hormona del estrés, resulta interesante que estudios han detectado menores niveles de cortisol salival y cortisol circulante con la interacción y convivencia con un perro, y como veremos más adelante muchos estudios han hecho uso de esta variable para estudiar los beneficios de las TAA. Esto podría implicar una reducción del estrés subjetivo por parte de la persona. A pesar de eso, en la literatura existe multitud de opiniones, y en algunos estudios hechos por ejemplo en personas con ansiedad se han encontrado discrepancias refiriendo que un perro mascota puede proporcionar mayor estrés, pero eso lo hablaremos más adelante.  No es sólo con el estrés que se ha visto alteración en los parámetros, sino que también se ha observado cambios en la actividad electrodérmica, en biomarcadores y en neurotransmisores de componente afiliativo como pueden ser beta-endorfinas, dopamina, oxitocina o prolactina (Gee NR et al. 2021).

 

Perros de terapia versus mascotas

Veremos en la discusión de artículos dónde algunos comparan la terapia con mascotas con el beneficio recibido por la convivencia con un animal de compañía en el ámbito familiar. A diferencia de la terapia con animales, que podría ser más o menos prolongada en el tiempo, el tener una mascota proporcionaría beneficios a largo plazo, tanto a nivel emocional como incluso a nivel inmunológico creando cambios biológicos. Por ejemplo, se ha asociado el tener una mascota con mejorías en alergias infantiles y mejor desarrollo del sistema inmunológico (Gee NR et al, 2021), algo muy interesante a tener en cuenta en tiempos actuales. También se ha demostrado que tener una mascota en casa aumenta su autoestima y enseña a los niños valores de responsabilidad (Gee NR et al, 2021). Con adolescentes y adultos, sobre todo si son problemáticos a nivel social, una mascota puede actuar como un motivador de cambio de comportamiento saludable, potencia la adherencia a los planes de tratamiento, produce una reducción de daños y son unos grandes constructores sociales (Dell C et al, 2019). Los humanos necesitan el contacto con otros humanos para llevar una vida saludable, somos seres sociables. Si eso falla, los animales como los perros tienen la capacidad de poder cumplir ese papel por los atributos innatos que tiene (Dell C et al. 2019). Una mascota puede tener un papel terapéutico, no sólo por la función de apego que hemos explicado que existe, sino porque las relaciones con las mascotas, a diferencia de las relaciones interpersonales humanas, tienden a ser más simples, más predecibles e incluso en ocasiones más gratificantes, proporcionando a su dueño refugio y base segura. Una de las cosas que más unen con una mascota es el amor incondicional que su dueño siente que le da, sabiendo que no se iría en los momentos más duros y complicados (Zilcha-Mano, 2011).

Una revisión sobre el impacto de las mascotas en la salud humana reveló la importancia del sentido de pertinencia, postulándose como indicador de salud (Hodgson et al, 2015, Dell C et al, 2019). Las mascotas pueden crear sentimientos de apego, bienestar emocional, social y mejorar el sentimiento de soledad y aislamiento. Lo veremos al largo de los estudios expuestos en discusión.

 

Respecto a la mejoría en salud cardiovascular, existen nuevamente ciertas dudas en cuanto a los efectos. Hemos visto en puntos anteriores como varios estudios relacionan la terapia con animales y la disminución de la tensión arterial (entre otros valores). Se valora entonces si los paseos diarios con el animal, que se habrían convertido ya en hábito, podrían estar relacionados con mayor actividad física y por tanto mejor salud cardiovascular (menor riesgo de enfermedad, menor tasa de accidentes cerebrovasculares y disminución mortalidad por todas las causas). De hecho, en la literatura existen datos que arrojan que tener un perro como mascota se asocia con una reducción del 31% del riesgo de mortalidad por enfermedades cardiovasculares (Kramer CK et al.,2012). Además, muchos estudios en la literatura demuestran que el perro es capaz de reducir el estrés, y el estrés, sobre todo agudo, es capaz de provocar una respuesta fisiológica en los seres humanos como cambios en los sistemas nervioso, cardiovascular, endocrino e inmunológico (Murphy, Denis, Ward y Tartar, 2010, Gebhart V et al 2019). No obstante, nos preguntamos, ¿la gente que tiene perro tiene hábitos más saludables y por tanto pasea más y por eso tiene perro? ¿O es gracias a tener el perro que caminan más a menudo y más tiempo? Estas preguntas abrirían un nuevo capítulo, pues sabemos que las enfermedades cardiovasculares son multicausales e incluso podríamos preguntarnos cómo influye el estado de ánimo con los hábitos y de rebote en la salud cardiovascular.

 

 

1.3.3. LA IMPORTANCIA DE LA FIGURA DEL TERAPEUTA

Hemos hecho mención de la importancia del triángulo entre paciente-animal-terapeuta e incluso hemos explicado que en muchas ocasiones al animal de mascota se le llama co-terapeuta. Cuando hablamos de la terapia con animales debemos tener en mente siempre esta relación tri-direccional, viéndose reflejada en muchos de los estudios que discutiremos a posteriori. Incluso cuando tratamos casos con hipoterapia, se requiere un especialista entrenado ya no sólo en el ámbito de adiestrador de animales sino como soporte fisioterapéutico del paciente que tiene lesiones. Según Bowlby, un psicoterapeuta sería una imagen equivalente a un cuidador principal en la teoría del apego, y él debe establecer una base segura y apego seguro para empezar a crear vínculo.  Una mascota y un terapeuta que sepa mediar de forma correcta puede ser un tándem perfecto para crear vínculos interpersonales más seguros y así poder cambiar gestiones emocionales desadaptativas y orientaciones de apego inseguros (Zilcha-Mano, 2011).

 

Debemos tener en cuenta que cuando queremos trabajar las emociones y recuerdos desadaptativos de los pacientes, nos encontramos ante mecanismos de defensa rígidos y difíciles de corregir. Debemos crear nuevas experiencias para que se rompan esos moldes establecidos, y para ello el terapeuta debe poder ser la base de seguridad para el paciente, permitiendo que el paciente sienta que con él puede establecer nuevas relaciones interpersonales y así crear nuevas emociones. El terapeuta debe evitar la proyección de las emociones y trabajo desadaptativo aprendido al largo del tiempo por el paciente, que muchas veces pasa de forma automática. Una de las cosas del por qué se investiga la terapia asistida con animales, es en la creencia de que una mascota puede crear situaciones nuevas con formación de vínculo y apego seguro, haciendo que las personas se sientan seguras, amadas y aceptadas, sentimientos que un paciente quizás no tendría con otra persona; y eso se explica por las características propias y únicas del animal. Existen datos en la literatura que hipotetizan que algunas personas que han tenido traumas tempranos con los cuidadores principales y han creado lazos de apego inseguros con dificultad para confiar en otras personas, sí confían en una mascota.  Levinson explicó que las personas tienden a experimentar la relación con una mascota de forma distinta a una relación interpersonal, ya que las mascotas no juzgan, dan amor incondicional, son leales, y si las tratas bien no son amenazantes. Curiosamente, como veremos más adelante, son muchas de las cosas que las personas que se benefician de la terapia con perros explican en los estudios, sobre todo las que se hacen en el ámbito carcelario. Parafraseando a Cusack (1988): "amar a un animal puede ser más fácil que amar a una persona y, a diferencia de una persona, el amor que la mascota siente por su compañero generalmente no tiene condición ni juicio"

 

1.4. BENEFICIOS QUE APORTA LA TERAPIA ASISTIDA CON ANIMALES

Existen múltiples artículos donde se sugieren que una relación estrecha con un animal de compañía se asocia con efectos positivos significativos en la salud de las personas. Entre los resultados más citados y favorecedores encontramos: reducción de factores de riesgo cardiovascular (por ejemplo, enfermedad cardíaca coronaria), mayor supervivencia tras infarto agudo de miocardio, menos necesidad de atención por servicios médicos durante acontecimientos estresantes vitales y reducción altamente significativa de problemas de salud diarios los primeros meses después de adquirir una mascota (Cirulli et.al 2011, Gee NR et al 2021). Se ha reportado que esos beneficios no son tan solo por el hecho de tener que realizar paseos, sino que parece que existe un efecto beneficioso directo por el contacto humano-animal, como podría ser el simple hecho de acariciar el pelo de un perro (Gee NR et al, 2021). La presencia de un animal, o incluso la mera observación de animales, disminuye las respuestas fisiológicas al estrés y la ansiedad, tales como disminución transitoria de la tensión arterial y de la frecuencia cardíaca. Y no sólo eso, sino que la comunicación entre animales y humanos parece favorecer la liberación de beta-endorfinas, oxitocina, prolactina, feniletilamina, dopamina, y reducción de liberación de niveles de cortisol en algunos casos, viéndose cambios biológicos que explican ese vínculo. Además, parece existir una correlación positiva de liberación de mediadores entre animal y humano, cosa que podría indicar una especie de apego, vinculación, confianza y afiliación social entre especies con una regulación conductual mutua (Cirulli et al 2011, Gee NR et al 2021).

 

 

1.4.1. MECANISMOS DE ACCIÓN Y EFECTOS QUE FAVORECEN EL BENEFICIO DEL CONTACTO CON EL ANIMAL

 

1. Reducción del estrés auto percibido, ansiedad y depresión.

A parte de tener una herramienta “biológica” que nos permita evaluar cuantitativamente el estrés como es el cortisol (lo explicamos en el apartado de apego), se han planteado teorías del por qué un perro podría generar reducción del estrés. El perro brinda apoyo sin prejuicios, aumenta la sensación de seguridad auto percibida, mejora el afecto positivo y siempre y cuando estemos ante personas a quienes les gusten los perros, éstos generan una presencia de calma. El simple hecho de acariciarlos genera una estimulación táctil positiva y un vínculo con el animal y el entorno. Por ejemplo, algunos estudios han demostrado que cuando exponemos un niño a una tarea estresante, si hay un perro con él, disminuye el estrés percibido y refiere un mayor afecto positivo en comparación a cuando están solos. También pasa cuando estamos ante un estrés postraumático, entidad que conlleva ansiedad, flashbacks y empobrecimiento emocional, empeoramiento del comportamiento prosocial y en general suelen describir una peor calidad de vida (Johnson RA et all., 2018, Saunders GH et all. (2017), de modo que hoy en día son varios los estudios que valoran como el tratamiento con perros y caballos puede mejorar esta sintomatología. El estrés es un factor clave importante a resolver y tratar en muchos ámbitos terapéuticos. El estrés, como puede ser el académico, tiene un impacto muy negativo en la salud, la calidad de vida y en el bienestar de los estudiantes, pudiendo producir retraso en el aprendizaje, abandono escolar (Bedewy and Gabriel, 2015, Gebhart V et al, 2019), viéndose además asociado con la disminución del autocontrol y otros comportamientos posiblemente problemáticos como el aumento del consumo de tabaco, abuso de sustancias, trastornos alimentarios e incluso comportamientos suicidas (Oaten & Cheng, 2005; Schaefer, Matthess, Pfitzer y Köhle, 2007, Gebhart V et al, 2019 ). Un estudio reciente además relacionó el estrés de los exámenes con impactos negativos en la neuro plasticidad cerebral en estudiantes de posgrado (Gebhart V et al, 2019).

 

 

 2. Reducción del sentimiento de soledad, autoconfianza percibida y motivación

Aunque el tema de soledad es controvertido, pues mientras unos hablan de que el perro brinda sensación de seguridad y compañía, otros dicen que son las personas con mayor sentimiento de soledad las que optan por tener un perro mascota para que les brinde apoyo.  Se podría decir que al mejorar la soledad podría mejorar también ciertos aspectos asociados a la depresión. Son varios los estudios que reportan que un perro es un apoyo pro-social en una gran mayoría. Tener un perro puede servir como factor de protección contra la soledad en tiempos de aislamiento social (Gee NR et al, 2021), mejora el compañerismo y la conexión social. En estudios realizados con presos, como veremos más adelante, se ha demostrado sobre todo esa capacidad de aumentar la autoconfianza y la motivación, pues tener un perro ayuda a cumplir con las tareas de la vida diaria y a generar hábitos y vínculo. Muchos son los estudios que reportan mayor sentimiento de felicidad y bienestar y mayor satisfacción en la vida, aunque algunos autores discrepan y preguntan si es el animal el que facilita la adquisición de mejores hábitos de vida, o realmente son los dueños de animales los que suelen hacer actividades más saludables como andar, actividades compartidas con los demás (mayor pro- sociabilidad) y en general mejor funcionamiento psicológico y emocional.

 

3. Generación de emociones, confianza, seguridad, autorregulación y vínculo:

Hay indicios biológicos como la oxitocina que se ha vinculado con la relación hombre-animal. Es una hormona que se ha relacionado con múltiples vías: respuesta al estrés y secreción de cortisol, mediadora de las emociones, de la confianza, del vínculo y del comportamiento afiliativo. Recordemos que es popularmente conocida como la hormona del amor o de la madre, generalizando de forma simplista que es la hormona responsable de los lazos del amor. Se han planteado algunas hipótesis de que la oxitocina forma parte de las vías más primarias de interacción y afiliación humano-perro (Gee NR et al, 2021), pero faltan conclusiones sólidas. Tener un perro es un apoyo social directo y que genera un vínculo de apego, factores que se acaban traduciendo como mejor salud social y mental al proporcionar compañía y ser facilitador de interacciones sociales y de contacto. Estudios realizados en niños a con TDAH y TEA a quienes les gustan los animales, se ha visto una mejoría en el funcionamiento ejecutivo y en la autorregulación ante la presencia de un perro, ejerciendo un efecto calmante y positivo (Gee NR et al, 2021). 

 

4. Mejor competencia, desarrollo social y sentimiento de responsabilidad

 

En niños y adolescentes, tener una mascota puede contribuir a un desarrollo social más saludable con mejores interacciones sociales, una competencia más sana e incluso en niños se ha destacado un mejor comportamiento de juego. Que niños tengan una relación de apego seguro con perros se ha relacionado con mejor desarrollo infantil y una mayor promoción de sentimientos de seguridad y desarrollo de actitudes prosociales, traduciéndose en una mejor formación y mantenimiento de relaciones sociales sanas. Por ejemplo, la relación perro-niño con TDAH o TEA se ve favorecida en que estos niños pueden interpretar la comunicación no verbal del perro como menos amenazante y más fácil de entender que la interacción con otra persona. El perro mascota da una un sentimiento de responsabilidad y comportamiento empático, y muchas veces eso hace que mejoren las habilidades sociales, las conductas pro-sociales, las percepciones de competencia social, mejoría de compañerismo significativo y conexión social y se traduzca finalmente en una mejoría de los problemas de conducta, siendo ese punto muy interesante tanto en niños con trastorno de conducta como adultos inadaptados.

 

5. Aprendizaje y control ejecutivo

Las relaciones humano-animal pueden influir de forma directa e indirecta en el aprendizaje. De forma indirecta, sabemos que hay estudios que demuestran que pueden aumentar la autorregulación personal y el afrontamiento del estrés, aparte de hacer como feed back positivo en la realización de conductas prosociales y aportar calma y reducción del miedo y la ansiedad como ya hemos explicado anteriormente. De forma directa, puede mejorar las habilidades de aprendizaje y estudio al mejorar la motivación, la autoeficacia y el establecimiento de metas e incluso promocionar y favorecer al aumentar su participación y atención (Pendry P et al, 2020). Si conciben la actividad con el animal como relajante y lo podrían relacionar como aliviador de estrés, podría actuar como refuerzo negativo. Si el hecho de compartir un rato divertido y placentero con los animales hace estar bien y por tanto sentirse relajados, podría actuar como refuerzo positivo. Se ha visto que un perro puede mejorar las habilitades motoras, el funcionamiento y rendimiento cognitivo y el funcionamiento psicológico incluso mejorando la lectura y la velocidad y precisión en tareas cognitivas (memoria, categorización, adherencia a instrucciones) (Gee NR et al, 2021).  En general, una disminución del estrés y una mejoría del afecto positivo puede generar una cascada de efectos que acaben traduciendo en una mejoría en cognición y aprendizaje.

 

6. Felicidad y satisfacción con la vida

Son varios los estudios que han demostrado menos nostalgia y mayor sentimiento de felicidad y satisfacción con la vida en personas dueños de mascotas, sobre todo perros, aunque otros autores discrepan refiriendo que la felicidad es mucho más que solo esto y no se puede reducir a algo tan simplista como esa simple relación. Varios estudios también han demostrado que esa mayor satisfacción puede traducirse adicionalmente en éxito académico o éxito social.

Teniendo en cuenta esta relación previa con los animales, podemos intuir el modo de funcionamiento de las Intervenciones Asistidas por Animales (IAA). Son utilizadas en un amplio abanico de casos, des de personas en riesgo de exclusión social hasta personas con trastornos de salud mental, internos en centros penitenciarios o incluso enfermos terminales. Y no sólo en casos problemáticos, sino para mejorar la salud y los problemas que puedan existir día a día, como el estrés o la ansiedad. En cualquiera de estas situaciones tan dispares, la TAA permite trabajar un vínculo entre paciente y animal ofreciendo beneficios en múltiples áreas como pueden ser la física, psicomotora, psicológica, cognitiva, emocional, comunicativa, de aprendizaje o relacional. Muchas veces, el simple intercambio afectivo con el animal, mejora el estado emocional del paciente, des de sentirse acompañado hasta sentirse valorado por tener la responsabilidad del cuidado del animal.

 

 

1.5. ÁREAS DE TRABAJO DE LAS INTERVENCIONES ASISTIDAS CON ANIMALES

Hemos mencionado en nuestras primeras líneas cómo la terapia asistida con animales puede ser utilizada en un gran abanico de ámbitos muy distintos entre sí, habiéndose encontrado en literatura su uso desde aquellas personas en riesgo de exclusión social, trastornos alimentarios, trastornos de salud mental, reclusos en centros penitenciarios hasta personas con demencia, enfermos terminales, diversidad funcional o ancianos en residencias. En general podríamos decir que hemos evolucionado nuestra relación son los animales llegando a incluirlos en entornos terapéuticos y educativos con el objetivo de mejorar algún aspecto de salud o bienestar humano. Eso nos lleva a pensar en que el vínculo establecido entre el humano y el animal es complejo. Según el ámbito que queremos y vamos a trabajar nos beneficiamos más de un tipo u otro de animal, pues creamos interacciones distintas con ellos y así mismo se van a establecer unas emociones, un vínculo y un apego único e intransferible.  Las características del animal deben poder adaptarse al problema que queramos tratar y su adiestramiento debe haber sido suficiente como para poder afrontar rápidamente a reacciones imprevisibles que puedan suceder durante las sesiones terapéuticas. Por ejemplo, algunos estudios de los que hablaremos a posteriori muestran que patologías mentales graves como aquellas con actitudes violentas se benefician mucho más del uso de equinoterapia o terapias con animales grandes, porque quizás su mayor corpulencia impone un cierto respeto y sensación de poder hacia personas con actitudes violentas.

En líneas generales podríamos dividir en siete bloques los principales ámbitos que se benefician de las IAA:

1. Estado físico: aquellas IAA que favorecen una mejoría física del paciente. Como veremos más adelante, las terapias que ayudan a patologías como aquellas con   déficits físicos, parálisis cerebral, etc.

2. Área psicomotriz y salud física: aquellas IAA que mejoran la coordinación, los reflejos y en general la movilidad, habilidad motriz y discapacidades. Se suele ver una mejoría en la relajación muscular, por lo que puede ser interesante des del punto de vista terapéutico de algunas enfermedades que cursan con espasticidad entre otras.

 

3. Ámbito psicológico, salud mental y psicología cognitiva: aquellas IAA dirigidas a mejorar la memoria y el aprendizaje del paciente, mejorando la capacidad de atención y concentración. Muchas veces ante un trastorno de adaptación puede coexistir una disminución de autoestima y confianza en sí mismos y terapias con animales pueden mejorar esos aspectos gracias al vínculo con el animal. Se intenta también mejorar la memoria y redireccionar comportamientos, y en líneas generales buscar una mejoría de la sintomatología derivada del trastorno específico. Por ejemplo, las AAT se usan en demencias, trastornos de estrés postraumático, etc.

4. Área emocional: aquellas IAA que tratan de mejorar la expresión de emociones, sentimientos y en líneas generales trabajar los déficits en ese campo. Se busca mejoría en aspectos como aumento de la autoestima, alivio del estrés, apertura de expresión de afecto y emociones, reducción de ansiedad y sentimientos de soledad, etc. Vemos sus usos en patologías como ansiedad, trastornos del espectro autista, esquizofrenia, etc.

5. Ámbito de comunicación, lenguaje y relacional: son aquellas IAA que tratan de favorecer la comunicación verbal y no verbal, mejorar el uso de vocabulario y semántica, la búsqueda de palabras concretas y en general la relación humano-animal y relaciones interpersonales, incrementando por ejemplo el deseo de involucrarse a actividades grupales y trabajo en equipo. Volvemos a mencionar en este punto patologías como trastorno del espectro autista, estrés postraumático, entre muchísimas otras.

6. Aprendizaje: finalmente, con las IAA se busca la creación de un nuevo aprendizaje, tanto personal como de cuidado de una mascota, adquisición de responsabilidades y sentido de ellas, motivación y objetivos, e incluso en algunos casos superación de miedos. Encontramos aquí una gran variedad de fines, des de ancianos institucionalizados hasta jóvenes en ambiente penitenciario que el hecho de cuidar a un animal les ayuda tanto des del punto de vista de adquirir responsabilidades a crean un ritual de adherencia, cuidado y empatía. Y no sólo eso, sino que ese aprendizaje puede ser mejorado incluso en ámbitos donde jamás se pensaba que se requería, como gestión del estrés emocional en universitarios o potenciación del aprendizaje en el mismo entorno.

 

1.5.1. AAT Y DEMENCIA

La Demencia es uno de los mayores y más significantes problemas de salud en la sociedad, sobre todo en los ancianos, pero que en ocasiones afecta a personas de edad relativamente temprana. Sólo en España, más de 6 millones de personas viven con demencia (Briones MA et all., 2021). La falta de tratamiento curativo y los múltiples efectos secundarios de la medicación usada para los pacientes con demencia han hecho plantearnos el uso de terapias no farmacológicas para mejorar, sobre todo, la calidad de vida. Nuestros ancianos no sólo tienen que lidiar con los múltiples tratamientos farmacológicos que reciben, sino también con cambios en su estilo de vida, como pérdida de autonomía, cambios de su domicilio a un centro geriátrico, soledad o en general pérdida de funcionalidad. Mantener su felicidad, su bienestar y su calidad de vida deberían ser metas indispensables a tener en cuenta. El exceso de medicación que damos a nuestros abuelos, des de opioides hasta benzodiacepinas, es un problema de salud pública que provoca un exceso de morbimortalidad. ¿Acaso no sería interesante poder reducir las comorbilidades con terapéuticas no-farmacológicas y que además no provoquen efectos secundarios? Hablemos de cifras. Según informó el estudio Global Burden of Disease, en Europa las muertes por opioides (fármacos usados en ámbito geriátrico) suponen el 60% del total de 144.000 muertes a nivel mundial en 2016 por consumo de drogas. Representa un aumento de más del 15%. Además, se estima que había 1,3 millones de consumidores de opioides de alto riesgo en la Unión Europea en 2017 (Alho H. et all., 2020). Los efectos secundarios se potencian considerablemente con el uso concomitante de benzodiacepinas, otros fármacos también usados en ancianos (Votaw VR et all 2019). Además, muchos ancianos deben lidiar también con el conocido “dolor crónico”. El dolor crónico está asociado a un aumento del consumo fármacos, alteración del sueño y pérdida de la calidad de vida. (Rodrigo-Caverol M et al, 2019). Se ha mencionado como los animales, con los ancianos, pueden mejorar la empatía, la comunicación entre personas y la interacción verbal (Granger y Caner, 1991; Milligan, 1986; Mugford y M'Comisky, 1986). Se promueven los comportamientos prosociales sobre todo ante la presencia de un perro (Fick, 1993), y hay mayor interacción social y sociabilización positiva con conversaciones cuando hay un perro de por medio (Allison M et al, 2016). Varios son los estudios que reportan que en ancianos los perros también funcionan como catalizadores sociales (Ambrosi C et al 2019), pueden favorecer una vida más satisfactoria en las residencias de ancianos y quizás tener la capacidad terapéutica para reducir la necesidad de medicación de los ancianos que viven en residencias (Hoffman, 1991). En pacientes con Alzheimer incluso pueden reducir la agitación y por tanto ser un gran beneficio para ellos (Allison M et al 2016, Quibel C. et al, 2017) En el apartado de discusión podremos ver qué nos dicen los ensayos realizados en ese ámbito.

 

 

1.5.2. AAT Y TRASTORNO DEL ESPECTRO AUTISTA y TDAH

 

El DSM-V definió el trastorno del espectro autista como un trastorno del neurodesarrollo que se manifiesta con diferentes grados de deficiencias persistentes en la comunicación social y en la interacción social, así como patrones restrictivos y repetitivos de comportamiento, intereses o actividades. Los síntomas suelen causar un deterioro clínicamente significativo en lo social, laboral u otras áreas importantes del funcionamiento habitual de quien lo padece. Pero más allá de la simple definición categórica, debemos tener en cuenta que las personas con ese trastorno suelen presentar déficits en la función ejecutiva y del lenguaje, así como emocionales, de modo que el ámbito terapéutico en estos debería abarcar toda el área del “triángulo”. Pero aún hay más, los estudios más recientes hablan de la existencia de una alteración de la red neuronal y sus interconexiones existiendo por tanto alteraciones anatomofuncionales (Hediger K et al, 2019). Sea como fuere, se ha visto que la terapia con animales da muy buenos resultados tanto en mejora de la función ejecutiva como en el lenguaje a parte del ámbito emocional (Gee NR et al, 2021) abriéndose un campo importante en ese sentido. Se ha visto que entre niños los perros han ayudado a desarrollar amor, apego seguro, comodidad y ha mejorado la autopercepción de sí mismos con mayor capacidad para relacionarse con los demás. El perro y su actitud espontánea, no verbal, que permite una interacción sin juzgar, de modo que es interesante introducir en el ámbito terapéutico de estos niños algo divertido y que a la vez les mejore su capacidad de aprendizaje, como podría ser en el caso de los niños con TDAH, que el perro les ayuda a centrarse y focalizar su actividad (Schuck SE et al. 2013). Como veremos más adelante en el apartado de discusión, algunos de los estudios que quisieron valorar de la eficacia de la terapia con animales en ese tipo de pacientes, han aprovechado ese conocimiento para ver cómo dicha terapia modifica estos elementos anatomofuncionales para así mejorar la clínica de los pacientes.

 

1.5.3. AAT EN ENTORNOS CONFLICTIVOS Y MEJORÍA PRO-SOCIAL

Recordando lo explicado respecto el cerebro social y las interacciones humano-animales, es interesante preguntarnos cómo se puede mejorar la calidad comunicativa y la actitud prosocial de personas que se ven limitadas por presentar perseverantemente alguno de los síntomas que limitan su calidad de vida. ¿Cómo ayudan a los pacientes con esquizofrenia? ¿Por qué se utilizan las terapias con perros en centros penitenciarios? ¿Por qué pueden ser útiles en entornos con altos niveles de estrés social? ¿O en problemas de comunicación? ¿O ante una problemática de abuso de sustancias? A nivel penitenciario, por ejemplo, ese tipo de intervenciones han tenido muy buena aceptación, muy buenas críticas y buenos resultados. Los reclusos suelen sufrir depresión, ansiedad, estrés y pérdida de autoconfianza. Un 10% de los reclusos padecen depresión en algún momento y un 50% de los reclusos tienen diagnóstico de trastorno de la personalidad antisocial. En general, entre los reclusos suele haber mayor porcentaje de problemas de salud mental en comparación con la población en general (Villafaina-Domínguez, B et al 2020). Se ha visto que en esta población las IAA, sobre todo el adiestramiento y cuidado de perros y las actividades con ellos, han mejorado las cifras de reincidencia y antecedentes disciplinarios, violencia, control emocional y paciencia, el autoconcepto y la autoestima, y bienestar, la empatía, la responsabilidad, la calma e incluso habilidades académicas. (Villafaina-Domínguez, B et al 2020, Allison M et al, 2016). Los animales ejercen un efecto muy positivo sobre la capacidad de una persona para amar, sentir empatía o experimentar compasión, y teniendo en cuenta que los presos suelen presentar dificultades emocionales y psicológicas (Allison M et al, 2016) el hecho de aprender y expresar esas emociones puede facilitarles la reinserción en la comunidad de forma francamente positiva.

 

Con el abuso de sustancias (SUD) pasa algo parecido. Según la Encuesta Nacional sobre el Uso de Drogas y la Salud se estima que en 2017 alrededor de 1 millón de adolescentes de entre 12 y 17 años pidieron ayuda y precisaron tratamiento para poner fin a su problema de consumo de sustancias. Según el Center for Behavioral Health Statistics and Quality (2016), fueron el 4,1% de los adolescentes de este rango de edad, y el 8,8% de estos jóvenes precisó tratamiento en un centro de rehabilitación o a nivel ambulatorio para poner solución a su problema. (Trujillo et al, 2020). Los estudios también estiman que entre los adolescentes con SUD, el 35-90% tiene trastornos de salud mental coexistentes, lo que se ha nombrado como “patología dual” (Hawkins 2008; Winstanley et al. 2012; Trujillo et al, 2020). Los adolescentes con diagnósticos duales tienen tasas más altas de suicidio, poli toxicomanías, mayor índice de actividad delictiva y criminal, y mayor porcentaje de ellos que viven en la calle en comparación con los adolescentes con SUD solamente (Hawkins 2008, Trujillo et al, 2020). Es necesario un buen enfoque terapéutico ante esa problemática no únicamente bio-psicológica, sino también social, requiriendo un abordaje multidisciplinar y constante.

 

La literatura nos ha dado todas estas respuestas con la interacción humano-animal: los animales, sobre todo con los perros, son catalizadores sociales, funcionan como rompe-hielos, permiten empezar charlas con desconocidos (cuando compartes el animal, pudiendo hablar de aficiones), dan sentimiento de confianza, cuidado motivación, felicidad, apego positivo y facilitan el vínculo. Hacen que el humano entienda lenguaje no verbal, que no sea brusco en sus movimientos, que se anticipe a las emociones, que aprenda a cuidar y a responsabilizarse. Por ello, la terapia con animales ha sido estudiada ampliamente en estos tipos de trastornos y ambientes, pues recordemos que en la literatura ha evidenciado sus múltiples beneficios en cuando comunicación, empatía y actitudes prosociales.

 

1.6. CUIDADO, PROTECCIÓN Y BIENESTAR ANIMAL

Existen dos problemas principales que debemos tener en cuenta en cuanto hablamos de las intervenciones asistidas con animales. Por un lado, es estrictamente necesario garantizar la seguridad de las prácticas de quienes quieren participar; por otro lado, es igualmente imprescindible promover el bienestar animal.

 

Para garantizar la seguridad de las intervenciones debemos tener en cuenta en primer lugar que las IAA no son para todos los públicos. Existen personas alérgicas al pelaje del animal y existen personas que simplemente no quieren establecer interacción con animales. No debemos obligar a realizar una terapia que quizás no va acorde con el perfil de una persona en concreto, eso sería un fracaso absoluto. Tampoco debemos forzar una terapia entre animal-persona cuando no existe un primer contacto positivo. A parte de eso hay que tener en cuenta que la persona instructora de las terapias debe tener cierta formación reglada para la realización de las mismas, no sólo a nivel de TAA, que suele ser más protocolorizada, sino en las IAA en general.

 

Remarcar la importancia del bienestar animal es igualmente necesario e imprescindible. Es de vital importancia el dar afecto a cualquier ser vivo que participe en las TAA, tanto por parte del terapeuta como por parte del paciente y de sus familiares. Los animales de terapia, como cualquier otro ser vivo, tienen necesidades biológicas y fisiológicas que deben ser respetadas para poder ser realizadas con normalidad y naturalidad. Bajo ningún concepto debemos someter a las mascotas a sesiones extenuantes. El agua debe permanecer disponible y a su alcance en todo momento, y debemos facilitarle una alimentación acorde a sus necesidades y a su tiempo. Tienen el derecho a que se les respete su tiempo de recuperación y descanso: éste debe necesario y suficiente, pues consumen mucha energía durante las terapias, tanto a nivel físico como mental. No debemos olvidar que para un animal una terapia es un “trabajo” y ellos también requieren y deben disponer de su propio tiempo de recreo y juego. Des de luego tampoco se deben usar fármacos para mejorar la interacción con el humano con quien trabaja ni, en general, impedir su desarrollo natural para cubrir unos fines terapéuticos establecidos.